A mediados de los años 20, el teatro de revistas ponía en serio riesgo la vigencia del sainete. Autores como Luis Ordaz marcan su inicio en 1885, con el estreno de “Don Quijote en Buenos Aires”, de Eduardo Sojo. Otro investigador, Pablo Gorlero, lo sitúa una década antes: 1875, con “El sombrero de Don Adolfo”, del español Casimiro Prieto Valdés. Ambas obras tuvieron un denominador común: fueron prohibidas desde su estreno. “Ensalada criolla”, de 1898, marca un punto de inflexión para la autora Raquel Prestigiácomo: si bien está considerada (la obra, no ella) como zarzuelita, o en su defecto como sainete lírico, según la historiadora inicia el género de la revista criolla. Lo concreto es que en 1915, la primera compañía que aplica la expresión “teatro de revistas” es Vittone-Pomar. De ahí en más, la competencia se acentúa.
A partir de 1922 se sucede la llegada de artistas parisinos de primera línea: el elenco del Ba-Ta-Clan, con madame Rasimi y su vedette Mistinguette, diva que llegara acompañada de un papagayo y un mono tití y vistiendo un tapado de piel de pantera; Maurice Chevalier con su espectáculo “Chevalier Revista”, Josephine Baker, que impone el charleston en el Teatro Astral o la troupe del Teatro Casino, entre otros. Por efecto comparativo, la revista porteña mejora la calidad de sus espectáculos y comienza a ganar espacios en la cartelera.
Revista porteña era todo aquello que incluyera una sucesión de sketches cómicos, monólogos de actualidad que no escatimaban sarcasmos y musicales con mucho brillo. Y por cierto, vedettes. Y cancionistas. Y también tangos. “Noches de Colón” es fruto de uno de esos espectáculos. Fue estrenado en la revista “En el Maipo no hace frío”, de Roberto Cayol y Raúl de los Hoyos, en 1926, en el Teatro Maipo. Y cantado allí por Vicente Climent, con el nombre de “Mis noches de Colón”.
Cayol era el director artístico del Maipo, amén de periodista y autor teatral, y compite por el trono de “catedral de la revista porteña” con el Porteño y el Ideal. En 1923 estrena el tango “Julián” en la revista “¿Quién dijo miedo?”. Luego vendrían “Sonsa” en el “Las alegres chicas del Maipo” y “Viejo rincón” en “Me gustan todas”.
El mismo año del estreno de “Noches de Colón” debuta en ese escenario Sofía Bozán. Y Cayol abandona su tarea artística, lo que libera al Maipo de seguir programando espectáculos en los que se destacaban chistes de trazo grueso y mujeres cuasi desnudas.
El Maipo pasa de la apología del vicio a la matinée familiar, a partir de 1927. La revista ya había cumplido su cometido: desplazar al sainete del gusto popular.
Vicio es una palabra recurrentemente usada en los tangos. Hoy está en desuso, porque el lenguaje es mucho más explícito, pero aunque suene anacrónica es adaptable a cualquier analogía entre ayer y hoy. Vicio aparece en “Noches de Colón”: no en forma literal, porque no está escrita en ningún verso, sí en la enumeración de miserias morales a la que se somete el protagonista. “Los paraísos del alcaloide / para olvidarla yo paladeé”, “¡Cuánta plata en las carreras / junto a ella dejé yo!”, o “Fui de todo, hasta ladrón”, son algunas penurias que evoca el protagonista, que llora por los bienes perdidos y parece arrepentirse de sus acciones. Y que insufla a la revista porteña de un tinte agridulce, de falsos oropeles con mujeres ajenas y fiestas a la que sólo se puede acceder como espectador, jamás como protagonista.
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La vedette del Maipo
Entre 1923 y 1926, el Maipo entabla una dura lucha con el Teatro Porteño por el título de “catedral de la revista porteña”. Por eso convoca un elenco de vedettes (ya que decir “cuerpo de vedettes” sería redundante) que procura instalarse en el gusto popular. Iris Marga, primera vedette, comparte el escenario con Carmen Lamas y Dora Gález, además de estenar tangos (como “Julián”). En segunda línea aparecen las hermanas Carbonelle Inés Murray. Y en orden decreciente, Celia Gámez y la “vedette” rea Tita Merello, quien en 1927 se consagra estrenando “Pedime lo que querés”.
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El pianista y las grabaciones
Raúl de los Hoyos tenía 22 años en 1924, cuando fue convocando para ponerle música a los tangos que se cantarían en el Maipo. Es por eso que en aquellos años su obra está vinculada a los autores teatrales, como Cayol, Antonio De Bassi, Luis Bayón Herrera o Emilio Fresedo. Su tango “Noches de Colón” fue grabado por Gardel inmediatamente después de su estreno, en 1926. Años después viviría un segundo estreno con el registro de Alberto Castillo con la orquesta de Ricardo Tanturi, el 14 de agosto de 1941. Alberto Arenas lo registraría con la orquesta de Francisco Canaro el 31 de marzo de 1955.