Uno de los mitos más reiterados y poco creíbles es que el título del tango surgió porque en 1923 se lo presentó para un concurso organizado por una marca de cigarrillos. Que además, se llamaba “Tango”, con lo cual iba a ser inconveniente llevarles un fox trot, un shimmy o una pavana. Es poco creíble, decíamos, porque en la letra de José González Castillo hay frases que marcan inequívocamente el rumbo del tema: “Pero tu inconstancia loca / me arrebató de tu boca / como un pucho que se tira / cuando ya ni sabor ni aroma da”. O “Tengo querido / que ya pa’siempre pasó / como un pucho consumió / las delicias de mi vida / que hoy cenizas sólo son”. En rigor de verdad hubiese sido más apropiado bautizarlo “Como un pucho”, ya que el autor parangona la agonía del tabaco ante la acción del fuego con el dolor del malevo ante la pérdida de un amor y en una lectura más profunda, con la inexorabilidad del paso del tiempo.
“Sobre el pucho” es el primer tango surgido del talento de Sebastián Piana, que aun no había cumplido veinte años y pintaba para ser concertista de piano. Su relación con el tango era a través del ambiente en que se movía su padre, músico vocacional que interpretaba valses, tangos y otras piezas de la época con algunos conjuntos espontáneos. Piana había debutado a los 14 en un cine de Villa del Parque.
Cuando supo que los cigarrillos “Tango” organizaban el certamen, fue a ver a González Castillo –amigo de su padre, autor teatral y 18 años mayor que él- para que le pusiera versos a una música propia. La obra quedó en un dignísimo segundo lugar, y como si fuese un bonus, al poco tiempo la grabó Gardel. El mismo González Castillo le llevó el tango y el “Morocho del Abasto” quiso conocer al pibe que la había creado. Entre su inicial vocación y el rumbo que tomaba su incipiente carrera, se dejó ganar por la música popular. Menos mal.
En cuanto al concurso, el primer premio lo obtuvo “El ramito”, de Juan de Dios Filiberto, y habría una mención para “Midinette porteña”, de Rafael Tuegols y Juan Carlos Camba. Ambos también fueron bendecidos por Gardel. En cuanto a los registros, por la continuidad en el número de matrices se infiere que “El Zorzal” grabó estos dos temas el mismo día de 1923 (1391 y 1396, respectivamente). Y que también estampó en el disco “Nubes de humo” (matriz Nº 1398), tal vez porque lo venía incluyendo en su repertorio, porque estaba mejor ensayado o por compromisos contraídos anteriormente. Así, dejó al tango de Piana y González Castillo para otra fecha (el número de la matriz es 1600). Ambos temas tienen que ver con el cigarrillo y la evocación de lo perdido, aunque “Nubes de humo” prescinde de la pincelada costumbrista y va a los bifes: “Fume, compadre / fume y charlemos / y mientras fuma recordemos / que como el humo del cigarrillo / ya se nos va la juventud” es mucho más literal y menos lírico que una imagen como “un farolito plateando el fango”.
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El primer cantor negro
Oscar Rorra nació el mismo año que Gardel: 1890. Este sí, indubitablemente uruguayo: montevideano de Isla de Flores y Cuareim, del barrio Sur, negro y cantor. Fue aprendiz de cantor lírico, integrante de una comparsa, boxeador aficionado y contratado por los cigarrillos “Tango” para cantar las obras premiadas. Por eso viajó a la Argentina –ya conocido como “El Caruso negro”- junto con el pianista Alfonso Lacueva. Rorra estrenó “Sobre el pucho”, aunque no lo grabó. En realidad, su obra discográfica se limita a tres discos como solista, que realizó en 1925. Luego grabaría como estribillista de la jazz de Adolfo Carabelli.
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Cantarle al organito
“Sobre el pucho” es tal vez el primer antecedente de un tango que menciona a un organito (“un malevo que fuma / y un organito moliendo un tango”). Es un tributo al instrumento musical portátil cuyas lengüetas sonaban al girar un cilindro dentado, mediante una manivela. En los comienzos del siglo XX, la proliferación de organitos en las calles de la ciudad contribuyó a la difusión de los tangos instrumentales.