BUENOS AIRES

Pudo haber sido la idea más feliz que hubiese tenido un letrista. Se trataba de una apología de su ciudad natal: de esa Buenos Aires que hervía de tangos en 1923. Es seguro que Manuel Romero lo entendía así, por más que el autor de la música, Manuel Jovés, había nacido en Barcelona. Además, la obra tenía un mérito no menor: era la primera dedicada íntegramente a la ciudad.

Es cierto que años atrás existieron referencias, como las de “El porteñito” de Angel Villoldo (“Soy hijo de Buenos Aires / me llaman El porteñito”). O a un instrumental como “Adiós Buenos Aires”, de Eduardo Arolas, dedicado a un amigo francés, Eduardo Mallet, convocado para la milicia ante la inminencia de la Guerra de 1914. Pero hablar de Buenos Aires de cabo a rabo, con frases tan sensibles como “Buenos Aires, como a una querida / si estás lejos mejor hay que amarte / y decir toda la vida / ¡antes morir que olvidarte!”, debía ser toda una novedad para el público porteño.

Romero escribió los versos para el sainete “En el fango de París”, que la compañía Mary-Morganti-Gutiérrez lo estrenó el 22 de febrero de 1923 en el teatro Maipo. Lo cantaba Carlos Morganti, un actor que como José Cicarelli o Carlos Carranza, ocasionalmente interpretaban algún tango sobre el escenario. Pero por méritos que haya tenido el tango, el estreno de la obra teatral generó un rechazo importante en los medios de comunicación.

El crítico de El Diario, por ejemplo, cuestionó de la obra que “se acumulan tantas arbitrariedades como truculencias y un sentido teatral inferior, que comporta un total mal gusto y amoralidad como forma y fondo, respectivamente”. Y de paso se detiene en enumerarlas: “una historia terrible de un niño robado a la madre adúltera, por el padre que se mata cuando el hijo se lo reprocha, una serie de cuadros en lugares del bajo fondo, y la liberación de la mala mujer hundida en el fango y, esto, con una larga serie de robos, crímenes, muertes, apaches, fumadero de opio, etc., constituyen la obra, donde se canta un tango patriotero”.

Se ve que no le gustó nada.

En cuanto a la calificación de “patriotero”, hay que tener en cuenta que el primero que calificó a Buenos Aires de “Reina del Plata” fue Esteban Echeverría, en 1849: “Ayer Reina del Plata / te proclamaba el mundo / hoy del tirano inmundo / eres la esclava vil”. Algunos hábitos se mantienen vigentes, por lo que se aprecia: la nostalgia del pasado, el narcisismo chauvinista, el rechazo por la casta política dominante.

José Mármol la había calificado como “La Emperatriz del Plata” seis años antes; Leopoldo Lugones, ya en el siglo XX, la identificaría como “primogénita ilustre del Plata”. O sea que Romero no había caído en ninguna exageración en la que otros literatos no hubiesen abrevado.

De todas formas el público no le dio demasiada trascendencia al comentario periodístico. Al menos, “Buenos Aires” sobrevivió bastante más tiempo que El Diario.

Letra

BUENOS AIRES
Buenos Aires la Reina del Plata,
Buenos Aires mi tierra querida;
escuchá mi canción
que con ella va mi vida.

En mis horas de fiebre y orgía,
harto ya de placer y locura,
en ti pienso patria mía
para calmar mi amargura.

Noches porteñas, bajo tu manto
dichas y llanto muy juntos van.
Risas y besos, farra corrida,
todo se olvida con el champán.

Y a la salida de la milonga
se oye a una nena pidiendo pan,
por algo es que en el gotán
siempre solloza una pena.

Y al compás rezongón de los fuelles
un bacán a la mina la embrolla,
y el llorar del violín va
pintando el alma criolla.

Buenos Aires, cual a una querida
si estás lejos mejor hay que amarte,
y decir toda la vida
antes morir que olvidarte.