De la misma manera en que Julio Verne jamás recorrió veinte mil leguas de viaje submarino ni dio la vuelta al mundo en 80 días, Carlos César Lenzi desde Montevideo, tanteó en la oscuridad cuando se aventuró con “Corrientes 348 / segundo piso ascensor / no hay portero ni vecinos / adentro cocktail y amor. / Pisito que puso Maple / piano, estera y velador / un telefón que contesta / una vitrola que llora…”.
Antes que nada, en Corrientes 348 había un local de lustrar zapatos con una fachada descascarada y con olor a humedad, en ese mismo 1925 en que Lenzi escribió “A media luz”. Y por otra parte, “Victrola” era una marca registrada de la casa Victor. Con lo cual todo aquel cantor que interpretó este tango -empezando por Gardel-, adulteró la versión original –aunque no sea para tanto, es apenas un leve retoque- y cambió la palabra cuestionada por fonola. Que es lo mismo pero menos chic.
Lenzi describía una garçonniere –decirle bulín a una casita con almohadones y divanes como en botica cocó es devaluarla- para recrear una inequívoca situación de trampa marital. Al menos, lejos de vulgarizar el lenguaje, se preocupó por ornamentarlo de tal forma que cuando se cantó por primera vez nadie se escandalizó.
El tema nació instrumental, en los años en que su autor Edgardo Donato vivía en Montevideo. Hay quienes sostienen que lo estrenó en una fiesta en el palacio de la familia Wilson, y que en un momento de la noche dejó el salón a oscuras, apenas iluminado con los resplandores de la calle, y anunció algo así como “Y ahora…¡A media luz!”. Lo que no permite comprobar si fue una acción de marketing para anunciar el nombre del tango recién compuesto, o se le ocurrió bautizarlo en ese mismo momento en que efectuaba la gracia.
Parece que a Donato, que andaba en suelo oriental con su conjunto de tango y jazz en hoteles, cabarets y en radio El Día, se le había ocurrido la melodía mientras viajaba en tranvía. Es que Montevideo, se sabe, suele abrirse al paseante con cielos plomizos, de resplandores traslúcidos. No podía llamarse de otra manera.
Una teoría sostiene que el estreno oficial fue el 3 de abril de 1926: desde el escenario del teatro Albéniz, la cancionista y vedette chilena Lucy Clory interpretó “A media luz” en la obra “Su majestad la revista”, de Angel Curotto, Carlos Lenzi y L. Quesada. Otras fuentes aseguran que la misma obra, con idéntico elenco y cancionista, se estrenó 7 de abril de 1925 y en el teatro Catalunya.
Lo único seguro es que lo grabó Gardel, con las guitarras de José Ricardo y Guillermo Barbieri, en 1926. Y que Rosita Quiroga lo registró para el sello Victor el 5 de febrero de 1927. Y que Donato, con todo lo que le generó este tango inmortal, recién lo llevó al disco en 1941, con la voz de Horacio Lagos.
Letra
A MEDIA LUZ… (1925)
Corrientes 3-4-8
Segundo piso, ascensor.
No hay porteros ni vecinos
Adentro, cocktail y amor
Pisito que puso Maple,
Piano, estera y velador,
Un telefón que contesta,
Una victrola que llora
Viejos tangos de mi flor
Y un gato de porcelana
Pa´que no maulle al amor.
Y todo a media luz,
Que es un brujo el amor…
A media luz los besos…
A media luz los dos…
Y todo a media luz…
Crepúsculo interior…
¡Que suave terciopelo
la media luz de amor!
Juncal 12-24
Telefoneá sin temor.
De tarde, té con masitas
De noche, tango y cantar.
Los domingos, tés danzantes,
Los lunes, desolación…
Hay de todo en la casita
Almohadones y divanes…
Como en botica, cocó,
Alfombras que no hacen ruido
Y mesa puesta al amor.
Letra: Carlos César Lenzi
Música: Edgardo Donato (Edgardo Felipe Valerio Donato)